sábado, 27 de febrero de 2010

Las mojas depravadas y la descripción asesino en serie catolico

"El cuerpo carnal, descompuesto o magullado, o por el contrario intacto y sin estigmas, fascinaba a los santos y las santas, exaltados por la anormalidad. Esta relación particular con la carne se debe sin duda al hecho de que el cristianismo es la única religión en la que Dios se encarnó en un cuerpo humano a fin de vivir y morir como un hombre y como una víctima. De ahí el estatus concedido al cuerpo.

Quienes querían acceder a la verdadera santidad debían metamorfosearse en víctimas consintientes de los tormentos de la carne: vivir sin alimento, sin evacuación, sin sueño, contemplar el cuerpo sexuado como un montón de inmundicias, mutilarlo, cubrirlo de excrementos, etc.

Margarita María Alacoque* [salesa francesa conocida por sus profundos éxtasis místicos vividos sobre todo en el convento de Paray-le-Monial] afirmaba ser tan delicada que la menor suciedad le revolvía el estómago. Sin embargo, cuando Jesús la llamó al orden, para limpiar el vómito de una enferma no se le ocurrió otra cosa que convertirlo en su alimento. En otra ocasión se introdujo en la boca los excrementos de una disentérica y subrayó que aquel contacto suscitaba en ella una visión de Cristo que la mantenía con los labios pegados a su herida: “Si tuviera mil cuerpos, mil amores, mil vidas, las inmolaría por seros sometida”

Catalina de Siena* [ entró en las hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, cultivó los éxtasis y las autotorturas, mortificaciones, canonizada en 1461] declaró un día no haber comido nada tan deleitoso como el pus de los pechos de una cancerosa. Y entonces oyó cómo cristo le hablaba [también tenía esquizofrenia paranoide]: “Mi bien amada, has mantenido por mí duros combates y, con mi ayuda, has salido victoriosa. Nunca me has sido tan querida ni tan grata [...]. No sólo has despreciado los placeres sensuales, sino que has vencido a la naturaleza al beber con alegría, por amor a mí, un horrible brebaje. Pues bien, dado que has realizado un acto que excede a la naturaleza, quiero darte un licor que excede a la naturaleza”

Liduvina de Schiedam* [mística holandesa que vivió toda su vida postrada en una cama] ...quiso salvar ‘el alma [... ...] de sus fieles’ transformando su cuerpo en un montón de basura. [...] Y fue así como a la edad de quince años, horrorizada por la perspectiva del acto sexual, [...] se hundió en la enfermedad. [...]
Se convirtió en el verdugo de sí misma y sustituyó el encanto de un bello rostro por el horror de una cara hinchada.
Durante treinta años llevó la vida de una enferma postrada en una cama, imponiendo a su cuerpo espantosos sufrimientos: gangrena, úlceras, epilepsia, peste, dislocación de los miembros. [...] A la muerte de su madre se privó de todos sus bienes, incluida la cama. Al igual que Job, vivió sobre una tabla cubierta de estiércol, ceñida por un cinturón de crin que metamorfoseaba su piel en una llaga purulenta."

Gilles de Rais* [mariscal de Francia que luchó junto a Juana de Arco en la Guerra de los Cien años, eliminó a trescientos niños de siervos feudales]:
“Rodeado de sus sirvientes, que le servían de proveedores, secuestraba a niños pequeños, arrebatados a familias campesinas, y les hacía sufrir las peores sevicias.
Seccionaba los cuerpos, arrancaba los órganos, sobre todo el corazón, y se aplicaba en sodomizarlos en el momento de su agonía. Con frecuencia, presa del frenesí, se agarraba el miembro en erección para frotarlo contra los vientres torturados. De ese modo entraba en una especie de delirio en el momento de la eyaculación. Preocupado por la estética y perfección teatral, elegía a los niños más agraciados- preferentemente chicos- y se hacía pasar por su salvador, atribuyendo el vicio a sus sirvientes. De ese modo obtenía la mímicas deseadas. Seducidos y seductores, los niños le daban las gracias ajenos a la fuerte excitación que provocaban en él. En el colmo de la locura, les hendía el cráneo y luego entraba en trance, invocando al demonio o transformándose en un desecho, manchado de sangre, de semen y de restos de comida”

[ Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos. Élisabeth Roudinesco. Anagrama. Páginas 24-43]